3 JUL. 2022

Seis obras de MUJERES ARTISTAS que quizás no conozcas (II)

 
 

La situación es clara. De las cosas con las que más disfruto mientras llevo en paralelo lo de estudiar arte a la vez que desarrollo mi trabajo como fotógrafa es la de seguir aumentando mis conocimientos en este campo, que es sin lugar a dudas inmenso y en el que me encanta profundizar más allá de lo que me dicen que es y ha sido la Historia del Arte.

La situación es clara, y la realidad es que muchos de los libros de los que aprendemos (no todos) no incluyen las figuras de mujeres que han sido claves para el desarrollo, en este caso, de las vanguardias artísticas desarrolladas a lo largo del inicio del S.XX.

A lo largo de la Historia del Arte han existido un amplio número de mujeres que alcanzaron una fama y reconocimiento público que posteriormente se vieron silenciados, otras cuyos trabajos desaparecieron, y otras cuya obra se ha redescubierto recientemente, atribuyéndose la importancia de su labor en las vanguardias que modificaron las reglas conceptuales del arte durante el S.XX.

A continuación os dejo la segunda parte de una brevísima selección de seis obras de mujeres artistas cuyos nombres considero fundamentales para entender el desarrollo de las vanguardias del S.XX. Cada una con su historia, muchas a la sombra de sus maridos, maestros o colegas de profesión, el trabajo de investigación no ha sido igual para todas ellas, dejando constancia de las lagunas informativas que aún existen en este campo. Habría resultado demasiado obvio hablar de Juan Gris y no de María Blanchard, hablar de Kandinsky y no de Hilma af Klint, hablar de Dalí y no de Kay Sage, hablar de Pollock y no de Helen Frankenthaler.

También habría sido demasiado obvio dejar pasar la oportunidad de imaginar un museo en el que las artistas a continuación expuestas, estuviesen al lado de todos los hombres artistas que durante tantos años nos han enseñado a reconocer. 

“La Sagesse” | Tamara de Lempicka, 1940 - 1941 | Óleo sobre tabla | Colección privada 

De origen polaco, Tamara de Lempicka (1898 - 1980) tras estudiar en París bajo la influencia de artistas como el cubista Andrè Lhote e inspirada por la obra de artistas precedentes como Ingres, se integra en ese grupo de mujeres artistas que inician a desarrollar su carrera tras la Primera Guerra Mundial. Pero es ella misma la que habla de su pintura como la primera en ser clara entre todas las de la época, afirmando que eso es lo que la hace su obra reconocible, porque es nítida y está finalizada. 

Con obras creadas a partir de una mezcla entre cubismo y neoclasicismo, su salto a la fama llega a partir de la llegada del art déco tras la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas en París (1925). En la obra elegida “La Sagesse” no podemos evitar hacer referencia a artistas flamencos como Quinten Massys o al “Retrato de hombre con turbante” de Jan van Eyck, en los que parece haberse basado la autora para realizar esta obra que llegó a replicar hasta cinco veces (este el único realizado sobre tabla, el resto sobre lienzo). La vestimenta, el turbante y el uso del mismo tono rojizo, incluso la posición de las manos sobre el libro nos trasladan a otro momento de la pintura cuyo concepto la artista está redefiniendo a través de la contemporaneidad artística. 

En épocas anteriores, la tradición pictórica que representaba a la “mujer culta” se relaciona con las Anunciaciones, en las que la Virgen siempre está leyendo cuando es sorprendida por el ángel Gabriel. En este caso, lejos de hacer alusión a esta iconografía, el retrato que observamos refleja una mujer contemporánea, culta y glamurosa, un reflejo del círculo de mujeres del periodo de entreguerras al que Lempicka pertenecía y con el que también se sentía identificada. 

Una de las características más relevantes de la pintura de Tamara es la paleta de colores que usa y la forma en la que los planos de las telas y el resto de elementos se cruzan entre sí, haciendo de esas piezas de espíritu clásico y vanguardia cubista obras que podrían caracterizarse incluso como publicitarias por su estilo inconfundible, de hecho, su “Autorretrato en Bugatti verde” sería usado como portada para la revista alemana “Die Dame” como símbolo de independencia femenina. 

“Cumpleaños” | Dorothea Tanning , 1942 | Óleo sobre lienzo | Museo de Arte de Filadelfia

Ocho décadas de carrera componen la obra de Dorothea Tanning (1910 - 2012) en la que plasmó su creatividad en una extensa producción, meticulosa y expresiva de pinturas, esculturas, collage y grabados. Una mirada que no pretendió alienar al espectador, sino seducirlo ante las obras contempladas a través del reflejo de un universo personal con el que da sentido a una vida moderna en entornos llenos de fantasía, quiso hacernos parte de ese mundo surreal que ella habitaba. 

La aportación de Dorothea busca un espacio fuera de las limitaciones de la identidad y de la claustrofobia de género, amplía la posibilidad de los espacios interiores donde, como en un mundo onírico, unas puertas se abren antes a nuevos espacios más prometedores, desconocidos pero reconocibles, como sucede en la obra escogida “Cumpleaños”, un autorretrato de la artista que pertenece a esa época en la que refleja el surrealismo, los sueños y la sexualidad explorando el subconsciente con imágenes de entornos extraños pero familiares al espectador. 

Una autorrepresentación como forma de emancipación, donde podemos ver a la artista semidesnuda en un espacio que sirve como indagación de la propia psique, sus temores y deseos. Como sucede con en el autorretrato fotográfico actual, que se represente a ella misma es ese lugar de intimidad doméstica, elimina el límite entre el espectador y el espacio que muestra, abriendo las puertas a lo que es y siente. 

Fue su marido, Max Ernst, quien puso título a esta pintura cuando la vio en su estudio, que eligió para la inolvidable exposición de Peggy Guggenheim “31 Women” en 1943. Una obra que supuso un doble hito en su vida al marcar el inicio de su relación con Ernst y al convertirse con ella (aunque ya lo fuese) en una artista surrealista. 

“I Saw Three Cities”| Kay Sage, 1944 | Óleo sobre lienzo | Princeton University Art Museum 

De origen estadounidense y pasado aristocrático, Kay Sage (1898 - 1963) pasó parte de su infancia en Italia estudiando pintura junto a su madre y posteriormente se trasladaría a París donde entraría en contacto con el grupo Surrealista y en concreto con la obra pictórica de Giorgio de Chirico que le impactaría profundamente. Alejándose del trabajo Surrealista de otras mujeres de la época, el trabajo de Sage oscurece ese sentido positivo y obvio de otras obras de la época y en su lugar presenta una visión del mundo nihilista, frío e impenetrable. 

En la obra escogida “I raw three cities” domina en primer plano una figura cuyo eje es un palo vertical humanizado al ser cubierto por un manto que se mueve por el aire sobre una ciudad geométrica compuesta principalmente por formas simples de triángulos y rectángulos de perspectiva muy definida. Un terreno roto, amenazante e inhabitable. Los tonos usados en el lienzo son similares, a excepción del eje que es el único cuyo color resalta por ser rojo expresando la vida interior, o quién sabe, quizás el dolor. Una obra de contrastes entre la verticalidad de la figura y la horizontalidad del paisaje que parece presidir una ciudad en otro tiempo habitada, entre el movimiento de la tela y lo estático del espacio en el que se encuentra. Una imagen de derrota más que de victoria. 

Es inevitable pensar en el movimiento de la Victoria de Samotracia que preside la escalera Daru en el Louvre, como es inevitable ver en su obra el reflejo de las ciudades de Chirico o a la Gala de Dalí tras ese manto que tanto puede ser motivo relacionado tanto a la muerte como a la vida. 

Casada con Yves Tanguy, su relación fue complicada y marcada por el maltrato, y tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial regresaron a los Estados Unidos. Fue durante este periodo, al que pertenece la obra escogida, cuando Sage madura su obra, creando cuadros con escasa iconografía y representaciones psicológicas de la arquitectura. 

“Montañas y mar” | Helen Frankenthaler, 1952 | Óleo y carboncillo sobre lienzo sin imprimación | Fundación Helen Frankenthaler, Washington, EE.UU.  

Helen Frankenthaler (1928 - 2011) cuya carrera se expandió durante seis décadas es considerada uno de los mayores referentes artísticos en Estados Unidos y quizás la mejor artista femenina de su país. Se le atribuye el rol de realizar la transición desde el expresionismo abstracto al “colour field painting” (una de las dos tendencias principales de este movimiento). Los artistas que posteriormente se centrarían en esta vibración del color sobre la tela, como por ejemplo Mark Rothko, se habrían visto influenciados por el trabajo de esta gran artista. 

Es con “Montañas y mar” basada en el paisaje de Nueva Escocia, la obra escogida y realizada a la temprana edad de veintitrés años, con la que Helen rompe las reglas de ese expresionismo abstracto ya establecido por coetáneos como Pollock del que se aprendió mucho y a partir de cuyo trabajo en el que se liberaba del uso del caballete para la creación de sus obras le inspiró para poder desarrollar las suyas. 

En esta obra vierte pintura al óleo diluida hasta adquirir textura de acuarela sobre un lienzo sin imprimación (técnica conocida como manchas de color absorbidas) directamente apoyado en el suelo de su estudio, creando así este paisajes flotante de color translúcido. Como mencionaba anteriormente, esta obra fue de inmediata influencia para los artistas de la escuela “colour field painting”. 

Un paisaje diáfano, de zonas de color cambiante, casi transparentes. Absorbidas por fibras de algodón, el movimiento conseguido por la consistencia de la pintura que utiliza consiguen un efecto de profundidad, anulando cualquier ilusión perspectiva y manteniendo el aspecto plano del lienzo. Pronto fue considerada un nuevo y talentoso miembro del grupo conocido más tarde como la segunda generación de la Escuela de Nueva York. 

“Maternidad” | Juana Francés, 1952 | Óleo sobre lienzo | Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid 

Juana Francés (1924 - 1990) artista de fama internacional y considerada una de las artistas españolas más importantes de la vanguardia del S.XX fue co - fundadora, junto a Saura, Canogar y Millares del mítico El Paso en 1957. 

A pesar de ser conocida fundamentalmente por su trabajo informalista, creando obras abstractas y materias llenas de fuerza y poder a base de arena, colas y pigmentos que parecían salirse del cuadro, la obra escogida pertenece al primer periodo del artista que ha llegado a definirse como “Expresionismo Hierático”. En la obra “Maternidad” podemos observar tres figuras, probablemente la de una madre con sus dos hijas, dominadas por la quietud, el ensimismamiento y la introspección. Enmarcadas en un espacio aparentemente plano cuya única perspectiva viene dada por un muro lateral que da profundidad a la escena. 

Unas figuras casi inexpresivas que parecen pertenecer a un relato visual de Realismo Mágico. Pero es a mediados de la década de los 50 cuando Juana Francés empieza a abandonar la figuración para comenzar a experimentar con la abstracción, que en un inicio tiende a la geometría y posteriormente abandona el óleo para reemplazar su técnica con empastes plásticos con arena, haciendo que su obra se englobe en el Informalismo Matérico. 

Esta corriente está muy vinculada al grupo El Paso, del que es co - fundadora, la fuera más activa de la generación que puso la vanguardia española en primera fila del arte internacional. Un caso paradigmático en un ámbito dominado casi en exclusiva por hombres del que se desvincularía posteriormente para poder crear con total libertad. 

"A big hand” | Pauline Boty, 1961 | Collage sobre pintura dorada | Colección privada 

Pauline Boty (1938 - 1966), fundadora y mujer artista más representativa del Pop Art Británico (realmente la única), perteneció a la ola de emancipación femenina que surgió en los 60’ y 70’ en Reino Unido y Estados Unidos, décadas cruciales en le desarrollo y evolución del arte contemporáneo tras la crisis del Informalismo. Sus pinturas y collages con frecuencia hacían referencia a la sexualidad femenina criticando la naturaleza del “mundo masculino”. Falleciendo a la temprana edad de 28 años dejó un amplio legado artístico descubierto en su mayoría en torno a 1990, y que ha pasado muy desapercibido a lo largo de la Historia del Arte del S.XX. 

Su obra destacaba entre las demás durante su estancia en la universidad, pero tuvo su etapa más productiva durante el periodo posterior a su graduación, cuando inició a desarrollar ese estilo experimental que la caracteriza, mostrando gran interés por la cultura pop. Su obra estuvo presente en la primera exposición colectiva considerada como una de las primeras del Pop británico. 

En la obra “A big hand”, un collage realizado sobre pintura dorada observamos una mano femenina que sostiene la emblemática figura de Neptuno emplazada en la Fontana de Trevi en Roma, sobre la escena de un parque Victoriano, ambas formas y recursos tomados seguramente de la fotografía o algún medio de comunicación (de uso característico en el Pop Art) una forma vivaz, colorida y divertida de expresar su forma de trabajar y siempre ahondando las mismas técnicas que utilizarían colegas de su época como Richard Hamilton o Peter Blake y que tras el re-descubrimiento de su trabajo ha acabado por considerarse un hito e importante reclamo para el movimiento feminista del momento. 

Una obra en la que podemos observar un hilo conductor entre Dadaísmo, Surrealismo y Pop Art, intentado dar un nuevo valor a los objeto o espacios presentes en la misma (y reconocibles por el espectador) para crear una manipulación de la realidad. 

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