19 JUN. 2022

Seis obras de MUJERES ARTISTAS que quizás no conozcas (I)

 
 

La situación es clara. De las cosas con las que más disfruto mientras llevo en paralelo lo de estudiar arte a la vez que desarrollo mi trabajo como fotógrafa es la de seguir aumentando mis conocimientos en este campo, que es sin lugar a dudas inmenso y en el que me encanta profundizar más allá de lo que me dicen que es y ha sido la Historia del Arte.

La situación es clara, y la realidad es que muchos de los libros de los que aprendemos (no todos) no incluyen las figuras de mujeres que han sido claves para el desarrollo, en este caso, de las vanguardias artísticas desarrolladas a lo largo del inicio del S.XX.

A lo largo de la Historia del Arte han existido un amplio número de mujeres que alcanzaron una fama y reconocimiento público que posteriormente se vieron silenciados, otras cuyos trabajos desaparecieron, y otras cuya obra se ha redescubierto recientemente, atribuyéndose la importancia de su labor en las vanguardias que modificaron las reglas conceptuales del arte durante el S.XX.

A continuación os dejo la primera parte de una brevísima selección de seis obras de mujeres artistas cuyos nombres considero fundamentales para entender el desarrollo de las vanguardias del S.XX. Cada una con su historia, muchas a la sombra de sus maridos, maestros o colegas de profesión, el trabajo de investigación no ha sido igual para todas ellas, dejando constancia de las lagunas informativas que aún existen en este campo. Habría resultado demasiado obvio hablar de Juan Gris y no de María Blanchard, hablar de Kandinsky y no de Hilma af Klint, hablar de Dalí y no de Kay Sage, hablar de Pollock y no de Helen Frankenthaler.

También habría sido demasiado obvio dejar pasar la oportunidad de imaginar un museo en el que las artistas a continuación expuestas, estuviesen al lado de todos los hombres artistas que durante tantos años nos han enseñado a reconocer. 

“Las niñas” | Marie Laurencin, 1911  | Óleo sobre lienzo | Museo de Arte Moderno, Estocolmo 

Marie Laurencin (1883 - 1956), pintora, grabadora y diseñadora teatral francesa, fue una de las pocas mujeres, junto con Gertrude Stein, que formaron parte del grupo de artistas del Bateau-Lavoir de Montmartre en París a principios del S. XX. Desarrolla su obra bajo la influencia del Rococó, el uso de tonos grises, rosas, y demás pasteles y unas figuras lánguidas y alargadas que nos recuerdan un poco a las de Amadeo Modigliani, pero aunque su obra comparte cierto estilo con sus compañeros vanguardistas, Laurencin desarrolló su estilo propio.

Influenciada en un principio por el Fauvismo y exploradora del Cubismo, nunca se sintió adscrita a esta última corriente a pesar de que hoy en día es conocida como una de las pocas mujeres que integraron este movimiento. La obra escogida, titulada “Las niñas”, no puede evitar recordarnos en la disposición de sus figuras a una obra mucho más conocida en la Historia del Arte ,“Las señoritas de la calle de Avinyó” de Pablo Picasso, a pesar de que la temática de ambos cuadros parece ser completamente opuesta, y al tratarse de una obra temprana sólo puede apreciarse ligeramente lo que posteriormente se convertiría en un estilo propio enfocado al retrato individual y grupal caracterizado como he mencionado anteriormente por el uso de tonos pastel y una referencia visual a la pintura Rococó llena de rostros pálidos y refinados, como si de muñecas de porcelana se tratase y aportando un halo de ensueño a sus pinturas, aproximándose incluso al expresionismo de algunas de las obras de Chagall.

La gran habilidad de la artista era dividir las figuras en planos de color, separados y simplificados, que aprendió de ese círculo Cubista en Montmartre. Marie Laurencin evolucionó en su propio estilo como retratista pintando a grandes personalidades de la sociedad parisina, como Coco Chanel o Helena Rubinstein. 

“Svanen” (El Cisne) | Hilma af Klint, 1914 - 1915 | No. 17, Grupo IX, Serie SUW | Óleo sobre lienzo | Moderna Museet, Estocolmo, Suecia 

Como todo artista que realiza sus estudios en una Academia de Bellas Artes (en este caso la de Estocolmo) Hilma af Klint (1862 - 1944) inicia su carrera pública como paisajista y retratista una vez admitida en esta institución a la edad de 20 años. Es tras la muerte de su hermana en 1880 cuando aumentan sus inquietudes sobre la supervivencia del alma tras la muerte y es en este momento cuando inicia a canalizar dibujos automáticos. Su aproximación a la abstracción estaba inspirada por el espiritismo (frecuentó un grupo de artistas llamadas “De fem” donde realizaban sesiones de escritura y dibujo automático), la teosofía y la antropología. No estuvo adscrita a ninguno de los movimientos de vanguardia de su época, pero se vio a sí misma como médium, considerando sus pinturas misiones “espirituales”.

La serie a la que pertenece la obra “Svanen” (El Cisne) es un ejemplo que reúne lo abstracto con la geometría, la dualidad de lo masculino y lo femenino, la “imagen primigenia” (como ella misma denomina) de las luces y las sombras que se unen en un mismo espacio, el lienzo. Por miedo a ser tildada de bruja, era consciente de que la ruptura de sus obras con el formato tradicional era tal que no recibirían buena aceptación por el público de su época. Toda su obra abstracta (antes de que el arte abstracto fuese definido como tal) que se resume en un total de 1.200 pinturas, fue realizada en secreto mientras en paralelo continuaría su labor como retratista y paisajista. Ella misma pidió que las mismas viesen la luz 20 años después de su muerte.

La primera vez que fueron expuestas al público fue en 1986, tras ser rechazadas anteriormente en 1970 por el Museo de Arte Moderno de Estocolmo, donde a día de hoy está expuesta la obra escogida, entre otras. Paulatinamente (y sólo recientemente) el misticismo de su obra ha ido captando interés y ha sido en exposiciones actuales cuando se le ha otorgado el prestigio internacional y el reconocimiento de que fue ella el primer exponente del arte abstracto. 

“Mujer recostada en un sofá” | Suzanne Valadon, 1917 - 1918 | Óleo sobre lienzo | Museo de Arte Moderno del Centro Pompidou, París 

Marie-Clémentine Valade (1865 - 1938) adopta el pseudónimo artístico de Suzanne Valadon ( haciendo alusión al episodio bíblico de Susana y los Viejos por haber posado desnuda para todos los viejos de París) tras llegar a Montmartre y ser aconsejada por Toulouse-Lautrec para quien posaba con frecuencia (entre otros) como modelo para ganarse la vida.

Aprende a dibujar de manera autodidacta, y es paulatinamente cuando inicia a posicionarse al otro lado del cuadro empujada principalmente por Degas, que creía firmemente en su trabajo y al que vendió su primera obra, desafiando así todas la expectativas de sexo y clase social. Y es en ese momento, en el que decide dejar de ser musa para convertirse en artista cuando desarrolla todo su trabajo pintando todos los géneros, pero especializándose en desnudos, tanto masculinos como femeninos (algo escandaloso para la época) y la mirada que ella misma había concebido de los mismos, dejando atrás la idealización del cuerpo para reforzar una idea más allá, lo que es el sujeto en realidad más allá de lo físico.

En la obra escogida “Mujer recostada en un sofá” y a pesar de que la mayor parte de su trabajo se centró en desnudos, aquí podemos observar el dominio de la composición en una pintura sin profundidad ni sombras y el uso de unos colores vibrantes, fuertes y expresivos de dibujos con contornos bien delineados, influencia de la técnica cloisionista donde se usan colores planos, en contornos perfectamente delimitadas y caracterizado por su efecto decorativo y calidad formal. Elementos decorativos con el uso de materiales estampados para resaltar la figura de una mujer recostada en un sofá con un vestido que destaca por su azul, y la postura de unas piernas que bien nos pueden recordar a las piernas, en cuanto a composición y forma, de cualquier retrato de Lautrec.

Su obra guarda cierta relación estilística con el simbolismo y posimpresionismo, si bien las figuras de sus cuadros destacan por su físico realista y posturas inusuales, como en este caso, en el que la mujer que posa para ella, no aparece como seductora ni sumisa, existe como individuo sin ser objeto de la mirada masculina. 

“Naturaleza muerta” | María Blanchard, 1918 | Óleo sobre lienzo | Museo de Bellas Artes de Asturias 

Como decía su amigo Federico García Lorca “la gente ve antes la joroba que a ella”. María Blanchard (1881 - 1932) santanderina que a pesar de haber nacido con una grave malformación de columna, pudo estudiar arte primero en Madrid y luego en París donde se estableció de forma permanente, pudo y formó parte de la revolución artística occidental, una figura clave en la vanguardia histórica y cuya aportación sería parte de esa apasionante renovación artística que sentó las bases a principios del S.XX de los futuros movimientos que estaban por llegar. Vivió su vida en un entorno apasionante compartiendo simbiosis artística con Juan Gris, incluso con Diego de Rivera que diría de ella que fue la mayor representante del cubismo (sólo por detrás de Pablo Picasso).

Su trabajo se acercó al cubismo sintético, como el que podemos observar en la obra elegida “Naturaleza muerta”, un bodegón con elementos difícilmente identificables sobre una mesa cuyo pico sobresale hacia el espectador generando una ligera sensación de profundidad en la obra. Una deconstrucción de la realidad característica del cubismo en el que usa numerosos planos geométricos coloreados y superpuestos entre sí, generando una sensación quizás algo apartada de la bidimensionalidad del cubismo analítico, dando paso a una composición de mayor riqueza cromática, usando combinaciones que sugieren formas concretas de la realidad.

A medida que pasa el tiempo, inicia un camino de regreso a la figuración cuando empiezan a identificarse cada vez más los elementos en sus composiciones. Tras su muerte su familia guardó su obra, por lo que su valor y aportación artística han llegado con posterioridad, entendiendo su obra como fundamental, desarrollando una carrera coherente y en sintonía con su tiempo, y como una de las pioneras de una generación de mujeres ligadas a la vanguardia. 

“Multiplication brisée et rétablie” | Suzanne Duchamp, 1918 - 1919 | Óleo y papel de plata sobre lienzo |

The Art Institute, Chicago 

El dadaísmo, esa tendencia deliberadamente anti estilística y en cuya máxima expresión confluyen técnicas como la pintura, la literatura y el collage, reflejan más un estado de ánimo que un estilo, pero que sin duda se materializó como movimiento artístico en el que destacaron artistas, principalmente, de las ciudades que se mantuvieron neutrales durante la Primera Guerra Mundial.

Conocemos bien a uno de los máximos exponentes de este movimiento, Marcel Duchamp, pero no tanto a Suzanne Duchamp (1889 - 1963) , su hermana, que a pesar de tener que afrontar varios obstáculo para desarrollarse como artista, pudo abrirse camino gracias a la ayuda de su hermano y así obtener el reconocimiento que se merecía como artista.

La obra escogida de esta artista que podemos traducir como “Multiplicación rota y distribuida” es una de las obras más representativas en la que estudia esos límites del medio al explorar las posibilidades materiales más allá de la pintura. En ella podemos encontrar elementos que a primera vista parecen inconexos, frases en diferentes direcciones y colores que mencionan a los astros (“las estrellas se apagarían”, “los globos volaría lejos”, “el andamio se vendría abajo” y “el espejo se quebraría”) círculos de colores y una Torre Eiffel proyectada hacia abajo. Una forma en un principio críptica en una primera aproximación a la obra, que a medida que observamos con más detenimiento nos transmite un mensaje preocupante o quizás premonitorio de lo que la Primera Guerra Mundial traería, ya que es en este momento, al finalizar la guerra cuando empieza a producir obras dadaístas. La participación activa del espectador es fundamental para poder reconstruir el mensaje que nos deja.

Exploradora del ready - made (arte realizado a partir del uso de objetos no considerados artísticos) y con gran interés en el arte que se desarrollaba en paralelo en Estados Unidos, siempre mantuvo un estrecho contacto con artistas y curadores al otro lado el Atlántico y a lo largo de sus más de 50 años como artista no dejó nunca de explorar las posibilidades de la pintura. 

"Velocità di motoscafo" | Benedatta Cappa, 1919 - 1924 | Óleo sobre lienzo | Galería de Arte Moderno, Roma 

El Futurismo italiano irrumpe como la primera tendencia artística de vanguardia en este país de arraigado conservadurismo artístico en el que habían aparecido los destellos de un cierto progresismo. Se entiende como una tendencia artística dinámica, un arte veloz que basa todo en la creación de obras que captan la exaltación del movimiento y la acción, que expresa un pensamiento claramente precursor del fascismo que unos años después dominaría Italia.

A pesar de que el rechazo a las mujeres era uno de los puntos del Manifiesto Futurista publicado por Filippo Tommaso Marinetti (marido de Benedetta y considerado ideólogo fascista que sentó las bases para el futuro ascenso de Mussolini al poder) en 1909, el trabajo de Benedatta Cappa (1897 - 1977) se enmarca dentro de la segunda fase de este movimiento tras ser una de las componentes del grupo de artistas que firma el Manifesto dell’Aeropittura (1929) sobre “aeropitturta”, que ofrecía desde la tecnología de los vuelos aéreos y las experiencias de quien los realizaba perspectivas aéreas como uno de los temas principales a tratar, siendo una artista determinante para construir la cronología final de esta tendencia artística que duró apenas 7 años.

La obra “Velocità di motoscafo” es un claro ejemplo de este movimiento cuyo propósito es el de reflejar el efecto de la velocidad sobre la superficie del agua, que consigue capturar a través de una perspectiva picada / aérea de una lancha que ahonda sobre el mar fragmentando las olas que genera a su paso en triángulos como si de un pavimento de cerámica se tratase. La disposición del horizonte, la multiplicidad de los puntos de vista y la configuración bidimensional apuntan a la futura tendencia. Esta obra es considerada un claro antecedente aeropictórico.

A pesar de sentir que debía apoyar a su marido y la ideología fascista, no dudó en condenar públicamente en 1938 la infamia de las leyes raciales del movimiento nazi, y aunque apresada y posteriormente liberada tras la liberación italiana, nunca se desvinculó de su marido. Fue la primera mujer artista cuya obra se incluyó en un catálogo de la Biennale en 1930. 

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