20 ABR. 2024

El arte en Ripley

 
 

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

En 1955, Patricia Highsmith presenta al mundo por primera vez a Tom Ripley en su novela "El talento de Mr. Ripley", esta historia ha sido adaptada al cine dos veces y el pasado 4 de abril llegaba a Netflix como una serie de ocho episodios titulada "Ripley", dirigida por Steven Zaillian. Desde entonces he recibido diversos mensajes por parte de personas que me referenciaban la serie como algo que “tenía que ver”. En sus comentarios leía Caravaggio, fotografía o Italia, así que hace una semana decidí sumergirme en ella.

Tras la segunda semana online no parece haber logrado el alcance de visualizaciones deseado por parte del gigante de las reproducciones en stream, pero como titula este artículo de La Vanguardia: “El fracaso de ‘Ripley’ quizá es el mayor triunfo de Netflix”.

Por lo demás, el efecto que ha causado en mí ha sido tal que he sentido la necesidad de escribir sobre ella y acompañar este texto, cómo no, de algunas de las escenas de la serie, con una fotografía excepcional de Robert Elswit, sin las cuales sería imposible entender el motivo por el cual quedará en mi recuerdo como una de las más visuales y atrayentes de mi colección.

Lejos de sumergirme en lo maravilloso de su banda sonora, en la profundidad de sus personajes, y en especial en la destacada interpretación de Andrew Scott, establecido ya en nuestros corazones por su interpretación en Fleabag, voy a dejarme llevar por otras cuestiones lejanas a este tipo de críticas.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

“No se puede cometer el mismo error dos veces. La segunda vez que lo haces ya no es un error, es una decisión.”

Creo que todos, absolutamente todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido la sensación de que algo se nos iba de las manos. En cuanto a decisiones se refiere, cuando nos creemos equívocos siempre tenemos dos opciones dependiendo del razonamiento cognitivo que le damos a nuestros actos, podemos sentir que hemos fracasado, o podemos aprender de ello.

Y luego está lo de Ripley, que lejos de intentar realizar un perfil psicológico de su personaje, creo que hace del error una atractiva obsesión.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Esta extraña sensación nos acompaña a lo largo de todos y cada uno de los ocho episodios, y lo hace revestido de la nitidez del fotograma en blanco y negro. El color nos da información, y el blanco y negro evita que todos esos datos interfieran en la imagen para poder centrarnos en lo más destacado de ella. Bajo mi punto de vista, no sólo ha sido acertado, sino que a diferencia del uso de otros blancos y negros, este en particular destaca por su belleza, y sobretodo, por la capacidad de apreciación de la luz sin necesidad de añadir color.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Los planos, uno detrás de otro abordan una serenidad estética que después de poco tiempo lleva al éxtasis a cualquier persona sensible ante la belleza extraída de la simplicidad de una silla, de una puerta o ventana, de un objeto o de las arquitecturas tan características de Atrani, Nápoles, Palermo, Venecia o Roma.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Otra de las constantes son los detalles, pero me ha llamado la atención el que se le ha dado en especial a las manos, siendo capaces de transmitir auténticos estados de ánimo a través de su expresión.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Al fin y al cabo, las manos son ejecutoras de muchas de nuestras acciones, una herramienta que nos ayuda a completar los deseos que nacen en la mente, bajo mi punto de vista, en la simple apariencia de las manos en cada uno de estos planos se pueden apreciar necesidades, deseos o incluso el peso de las acciones y la culpabilidad.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

A partir de este momento me empezaré a adentrar en otra de las dos constantes en esta serie, el arte y la luz a través del recorrido de la obra de Caravaggio.

El arte está presente desde casi el inicio, y lo hace a través de una obra cubista de Picasso que juega un papel fundamental para el protagonista. Podríamos decir que ambos artistas aportan algo importante, pero claramente distante. La obra de Picasso aparece como aquella que aportará un valor económico, mientras que la de Caravaggio será la que refuerce el sentido y dirección emocionales de cada uno de los actos del protagonista.

Todos escondemos algo, incluso el gran genio de Caravaggio asesinó a Ranuccio Tomassoni tras una reyerta en Roma en 1606 por la cual tuvo que huir de Roma tras ser condenado a muerte, y resulta inevitable adentrarse en la psique del protagonista que acaba por sentirse identificado con el gran artista para excusar de alguna forma sus pecados a través de lo genuino de su obra.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

La belleza del Barroco puede ser entendida de muchas maneras, de hecho desde mi propia perspectiva no hay ni habrá ningún artista capaz de representar la realidad, la belleza y la luz como lo hizo Caravaggio, pero claro está, desde una perspectiva actual. En su momento, no fue su pintura la más aceptada, sino en este caso la de Guido Reni, lo que vino a ser la victoria de la corriente clasicista que apoyó el mundo académico de ese momento frente al dominio de la realidad y muerte (también llenos de belleza) de Caravaggio.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

El primer encuentro con Caravaggio sucede en la iglesia Pio Monte della Misericordia en Nápoles, donde se puede visitar la obra “Las siete obras de misericordia”, obra que pinta a su llegada a Nápoles tras su huída de Roma y en la que en una misma escena se reflejan los siete actos de misericordia de la iglesia católica, siempre representados por personas que él frecuentaba en su realidad.

La identificación del protagonista con el artista empieza a solidificarse en esta fase.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Tras la llegada a Roma del protagonista y la situación de su casa en Via di Monserrato, justo delante de la iglesia de Santa Maria in Monserrato degli Spagnoli, me hace sentir un vuelco en el corazón.

No voy a negar que ver Roma en blanco y negro de forma constante me ha producido amor y rechazo a partes iguales, como si Roma sin sus colores no transmitiese en toda su plenitud, pero esas son apreciaciones personales que se desvían de la trama de la serie, que insisto, quiere que a través de la abstacción del color nos centremos en otros aspectos.

Y esto es aplicable también al arte, cuyas obras en su ausencia de color nos hacen centrarnos en lo más figurativo de las mismas, las expresiones y las emociones que nos producen en su crudeza son la única emoción que necesitamos sentir.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

El siguiente gran encuentro con Caravaggio es, cómo no, en Roma tras su llegada, con su visita a San Luigi dei Francesi a la capilla Contarelli, donde se encuentran tres de sus grandes obras: La Vocación de San Mateo, El Martirio de San Mateo y San Mateo con el ángel. Curiosamente, esta escena como tal no está grabada en San Luigi dei Francesi, siendo la iglesia elegida como plano de entrada Santa Maria la Nova en Nápoles.

Es en este momento cuando un cura se acerca al protagonista y le dice: “La luce, sempre la luce”. En este momento el motivo de la luz adquiere un peso vital que acompañará al protagonista hasta los créditos finales.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Otra de las paradas necesarias para ver a Caravaggio en Roma es la Galería Borghese. Durante esta escena el protagonista pasa delante de la escultura de Apolo y Dafne de Bernini, observándola desde la distancia con indiferencia, no hacia su belleza, sino probablemente ante la emoción que transmite y con la que no se siente identificado.

Él camina directo ante el David con la cabeza de Goliat de Caravaggio, que en la ficción está en la misma sala que la impresionante escultura de Bernini, pero que en realidad está en otra sala de la galería en la que se puede contemplar este cuadro a la vez que la escultura del David de Bernini, que supo capturar en piedra la esencia del movimiento de David justo antes de lanzar su honda contra el gigante.

Un juego de visiones sobre la misma historia bíblica interpretada de forma extremadamente personal por cada uno de los dos artistas, pero sobretodo por parte de Caravaggio, trabajando a través de esta obra un doble autorretrato en ambas figuras representando dos edades del artista.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Es cierto que existen algunas deslocalizaciones que pueden dar lugar a confusión, como la de esta escena que en la ficción ralata la posterior estancia del protagonista en Palermo, pero cuya localización real es el Palazzo dello Spagnolo, en el Rione Sanità de Nápoles, y cuyo fresco y tendedero se han convertido en uno de los ángulos más visitados de la ciudad, siendo el símbolo de la belleza y cotidianidad tan características de esta ciudad.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Su último encuentro con una obra de Caravaggio se produce en el Oratorio de San Lorenzo, en pleno centro de Palermo y grabado en su localización real actual. Lamentablemente, La Natividad que alberga esta capilla no es una obra original del artista, sino una copia en alta resolución la que ocupa su espacio desde 2015, ya que la original fue robada por la Cosa Nosta en 1969.

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Fotograma de Ripley | Cortesía de Netflix

Pero volvamos a la luz, y también a las manos.

La luz es importante incluso cuando no está, y el recorrido artístico y fotográfico que se ha realizado con ella en cada una de los planos y escenas de esta serie es una absoluta delicia.

Me gustaría finalizar con esta escena de las manos de Caravaggio, mientras sostiene un vaso de vino que reposa en la misma mesa en la que apoya la daga manchada de sangre con la que acaba de cometer un asesinato. El blanco y negro tienen un propósito, y la abstracción del color puede hacernos dudar, por lo que planteo una pregunta: Las manos del genio, ¿están manchadas de sangre o de pintura?

La respuesta depende de lo que hayamos observado, y de la interpretación que hayamos obtenido de cada uno de los mensajes que esconde, pero sobretodo, dependerá del razonamiento cognitivo que le damos a nuestros propio actos para tener la capacidad de interpretar los ajenos.

Siguiente
Siguiente